miércoles, 23 de enero de 2013

El jardín secreto



Hace unos días estuve en Madrid y me llevaron a merendar al Jardín Secreto. Me gustó hasta tal punto, que dedico, por vez primera, un post al arte culinario. Muy cercano a la plaza España, tocando con la Gran Via, se encuentra en un lugar resguardado, una esquina que me atrevería a calificar de lóbrega y nada transitada. Desde fuera no llama la atención, apenas una puerta azul cielo y unos ventanales sin más. Y sin embargo resulta imposible asomarse y no querer entrar. 



Dentro te recibe un ambiente tranquilo, no diría de salón de té inglés. básicamente porque en España todavía no hemos aprendido a adaptar nuestros decibelios a un salón de esas características, y en segundo lugar, porque lejos de la decoración convencional, clásica y recargada, adentrarse en el Jardín Secreto es hacerlo en un mundo de sensaciones e impactos sensoriales. Algo así como una mezcla de Alicia en el País de las Maravillas y el patio interior de la casa de Tim Burton (en el que por supuesto no he estado, pero si tuviese que apostar, diría que debe de asemejarse bastante a eso). Te introduces en una nueva dimensión, un lugar con encanto pero sin caer en la cursilería ni en la excesiva modernidad con que se nos castiga en algunos lugares conceptualmente similares. Es como estar dentro de una selva fantástica. Un restaurante al alcance de todos los bolsillos, en el que los comensales comulgan con el buen rollo del lugar, y te introduce en un clima de muy buen rollo, bajo una tenue luz. 



Podría terminar aquí, y el sitio ya sería ganador, sin duda, pero resulta que abres la carta y te quieres pegar un tiro porque la variedad de chocolates a la taza es tan extensa como la lista del INEM. Al final, tras enamorarte de 10 o 12 posibles, acabas eligiendo al azar, o si prefieres rehusar responsabilidades, lo dejas en manos de los camareros, que por cierto son muy majos. Cuando ya tienes elegida la bebida, toca acompañarla de una buena tarta, y con ello volvemos a las andadas porque pese a que las opciones no son tantas como los chocolates, la carta es de aquellas prosas que dificultan no sólo la concepción imaginativa del plato por parte del comensal (del estilo: repolla al caramelo bañada en aspersor de chocolate al gusto del tio Sebastián, con viruta lacada al fuego flambeado por nuestro cocinero), sino también la decisión final, pues sólo de imaginar el 20% de lo que ha querido decir esa frase (en mi caso entendí caramelo, chocolate y cocinero), parece imposible no comérsela.

El resultado es una merienda de bandera, espectacular y sin ningún pero, inmerso una especia de viaje psicotropical de fantasía!! Por su originalidad sin buscar más allá de las fronteras, por saber adaptar una buena idea sin escapar del estilo gastado y auténtico de Madrid, El jardín secreto me merece un 10. 

P.D.: Por lo visto también dan cenas…así que pronto otro post!!
P.D.II: Por si queréis ir:
El Jardín Secreto
c/ Travesía del Conde Duque, 2
28015 Madrid
Tel. 91 543 34 54

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