martes, 8 de octubre de 2013

Insignificante



Dedico demasiado tiempo a maldecir la rutina, seguramente porque la malinterpreto como falta de sueños, como una vida de persona gris. FALSO. Por ello volé a Los Ángeles, en busca de algo distinto, de distancia con el hogar (familia, amigos, Barcelona). Necesitaba aire y ver vida más allá de la burbuja endogámica en la que vivo. Ahí fueron cayendo lo que yo creía “hostias”/ “problemas” de toda índole. Sin embargo mi carácter optimista me hizo ver lo afortunado que era por poder estar viviendo una etapa distinta en mi vida, y poder gozar del placer de estar “solo ante el peligro” en un escenario desconocido. 

Más allá de la experiencia, pues el post nada tiene que ver con ella, volví a España lleno de sueños, ideas, y sentimientos cruzados. Poco a poco fui digiriendo toda la etapa estadounidense, y parece que pronto estaré de nuevo asentado, probablemente, en Barcelona. Podría interpretarse que todos mis sueños grandilocuentes mueren aquí, pero para nada. He encontrado un punto a medio camino entre el soñador y el escéptico que me ha llevado a ser más sencillo (que no simple, ojo), que me ha enseñado a no buscar el sentido de mi vida afuera, si no darle sentido a lo que ya tengo (así como a lo que voy encontrando en mi camino, claro). De esta forma siempre podré “controlarlo”, pues seré yo quien se lo dé, y no dependeré de si lo encuentro o no. Y escribo controlar entre comillas porque, como dice ÉL (¿quién? Seguid leyendo), ni siquiera nuestra vida es nuestra.
 
Las experiencias se comprenden con el tiempo, reposan y toman otros colores. Una de las cosas que me ayudó a entender el momento de mi vida por el que pasaba al afrontar mi vuelta a Barcelona tras mi etapa fuera (siempre un shock; todo el que lo haya vivido sabe de qué hablo) fue no ser tan pretencioso, no intentar buscar siempre que se alineen los astros…dejar que las cosas sucedan y punto. Una amiga dijo algo así como “que el traqueteo de la carretera acomode los melones”. Vivir, e ir disfrutando con y de TODO.


No estaría contando toda la verdad de este proceso si no hablara de mi reencuentro en el mes de julio con un buen amigo. Uno de esos guaperas, cachondo, de los que caen bien a todo el mundo, currante. ¿Me explico? Bueno por si acaso no he sido clarividente, hay quien se refiere a la gente como él como “un tío de p… madre”. Llevaba un par de años sin verle, justo el tiempo en el que su cuerpo ha mutado de forma escalofriante por culpa de una maldita enfermedad que ni los médicos saben cómo tratar. Mi amigo tiene ELA. Pero mi amigo también tiene muchas más cosas que ELA. Por de pronto dos cojones como dos camiones (me perdonaréis, hoy he aparcado la diplomacia), es un líder, una persona inquieta y con ganas de aprender constantemente. Te cautiva con sus malditos ojos azules que no dejan de pedirte que compartas con él todo lo que sientes y piensas. ¡¡¡Te escucha!!! Preciado tesoro hoy en día; sí, es de las pocas personas que no espera a que acabes de hablar para hablar él, si no que se pone en tu piel cuando le cuentas algo. Su cuerpo se ha debilitado, y lo seguirá haciendo, pero sus ojos siguen ahí, impertérritos, dispuestos a acompañarte donde tú quieras llevarles. Paradójicamente, el que te está guiando es él a ti, y lo mejor de todo, tú no te das cuenta en el momento.

En su fase de degeneración, sus brazos han dejado de funcionar, su caminar es errante (por suerte sólo en lo físico) y ha perdido la capacidad de hacer por sí mismo algunas de las cosas más cotidianas que uno pueda imaginar. En toda esta mierda de proceso, me enseña a sonreír cada día. Me habla de lo que significa un buen abrazo, sentir algo más que la piel del otro mientras te rodea con sus brazos, de lo maravilloso que es escuchar el ruido del mar, del regalo que supone una noche de verano bajo las estrellas; mientras, yo asisto entre lágrimas (creo que de alegría, por lo fácil que lo dibuja todo) al espectáculo de ver cómo se conecta con la vida. Cómo se abraza a ella. 

Soy un privilegiado por conocer su corazón, porque me hace sentir vergüenza en cada uno de mis lamentos. Cada vez que algo no me parece bien me siento estúpido. Gracias a él, entre otras cosas, hoy soy más sencillo, insisto, que no simple, y por ello las cosas me van mejor. Una óptica que me ha ayudado a ver lo insignificante que llego a ser cuando me empeño. Gracias JANO, por gritarme cada día que la vida es maravillosa. Tu lucha es nuestro orgullo y nuestra bofetada de realismo vital; el aviso de que todo es más básico. Qué fácil es la vida, ¿verdad? Te queremos tío, ¡feliz cumpleaños!

P.d. Os invito a conocer a Jano en su web. Un paseo increíble que no os podéis perder!
http://www.dgeneracion.com/