El
pasado domingo tuve la suerte de ser invitado a la gala de los V Premios Gaudí
de la Acadèmia del Cinema Català, en la cual disfruté de mi primera
experiencia, de las miles que van a venir a partir de ahora, con la industria
del cine. Caras famosas, gente elegante y un acto ágil pese a sus 2 horas y
media de duración. Como siempre algún premiado que aprovechó su momento de
gloria para hacer casi un testamento, y otros que con dosis de humor, con mayor
o menor acierto, agradecieron el haber sido elegidos para el premio. Como era
de esperar los mayores aplausos para todo aquél que incluía en su speech un
chiste en el cual pusiera en entredicho el buen hacer de la castigada clase
política, y si era del partido gobernante, mejor. Sin embargo la gala no perdió
en elegancia y espontaneidad, cosa no siempre fácil en este tipo de actos que
siempre se miran obsesionados en la gala de premios por antonomasia (una que se
celebra cada año en el teatro Kodak de Los Ángeles el último domingo de
febrero). En mi opinión, la ceremonia supo mantenerse en su lugar y no fue
pretenciosa.
Los principales triunfadores fueron la 'Blancanieves' de Pablo Berger (especial mención al amigo Alfonso de Vilallonga por su premio al mejor motnaje musical), 'Lo imposible' de J.A. Bayona y 'Con una pistola en cada mano' de Cesc Gay. El
post podría continuar hilvanando frases hasta contaros todos los detalles de
dicha gala, pero me centraré en el director de orquesta, el maestro de
ceremonias. Igual que en todos los ámbitos de la vida, cuando seleccionas a los
mejores tu probabilidad de éxito es casi total, y ayer la Academia del Cinema
Català puso simplemente al mejor para gobernar la noche: Andreu Buenafuente.
Gustará más o menos, pero el cómico de Reus fue el motor, el que llevó el ritmo
y lo vimos mucho más suelto que en los últimos años en televisión. Como dijo su
colega de profesión Jordi Évole en twitter, "veo a Buenafuente muy en
forma". Vaya si lo está. Andreu volvió a su lengua materna (el catalán),
como era obligado en esta ocasión y hay que decir que se le ve mucho más
fresco, ágil y sobre todo rápido. Decía el filósofo Julián Marías que cuando
uno habla otro idioma (si lo habla bien) es como si viajara a otro yo, por la
posición de la boca, por la entonación, por la canción de cada idioma. Salvando
las distancias (pues al fin y al cabo el catalán y el castellano se asemejan
considerablemente), pero se nota que la lengua materna de Buenafuente es el
catalán. Se le ve más cómodo, logra sacar esa pizca que le pone a 100, le
convierte en excelso. Ojo, en castellano es igualmente bestial, al menos a mi
juicio, pero quizás su humor es algo más forzado. No quiero que este parezca un
escrito que busca controversia y que se centre como quien no quiere la cosa en
la inmersión lingüística: nada más lejos de la realidad. El que escribe estas
líneas es de habla castellana (pese a hablar perfectamente catalán) y cuando
quiero transmitir el 100% de algo, lo hago en la lengua en la que me siento más cómodo. No significa ello que no
pueda lograrlo en otros idiomas, pero sin duda cuando busco la excelencia lo
hago en castellano.
Buenafuente es un genio,
el número 1, y no hay ningún otro humorista capaz de toserle en el panorama
español. Es así de simple. Elegante, hilarante y con unas tablas al alcance de
muy pocos. Capaz de hacer reír sin caer en la ordinariez (como les sucede a la
mayoría de cómicos actuales) y colando un gag detrás de otro sin perder el hilo
ni el timón, con una capacidad de improvisación que, más allá de que forme
parte de un guión o no, a ojos del espectador es espontánea. Sabe enlazar la
realidad del momento social a la gala o programa que está presentando, y sus
recursos son interminables. Sin pelos en la lengua, magnífico lanzador de dardos
y con una colosal forma de reírse de sí mismo. Ayer me metí en la cama con una
sonrisa, feliz por mi primer contacto con este atractivo mundo de la gran
pantalla pero también por haber recuperado sensaciones de hace muchos años, de
aquél Andreu de TV3 que me hacía meterme en la cama más tarde de lo que
prefería, cuando todavía iba al colegio. Buenafuente es garantía de éxito, pero
ayer me fui a la cama pensando: "sigue siendo el rey" (a mucha
distancia del resto).