Todo estaba listo para
que echara a rodar el balón, que aunque fuera lo de menos, servía de excusa.
Ojos hinchados, caras dormidas, un frío interesante y gorros que nunca debieron
haber pasado de proyecto de diseño (gracias More). Pronto empezó el interminable
desfile de tuercebotas ataviados en sus mejores galas, conscientes de que fuera
del terreno de juego iban a estar los mayores pivones (hoy casados) de sus años
mozos. Lástima que muchos parecieron olvidar que el chándal es la prenda que
delata la edad por antonomasia. Todavía recuerdo el de mi padre, de aquél color
verde turquesa con tela de licra…hoy hasta la OMS lo prohibiría (no sé si por retener
peligrosamente el sudor o por atentar contra la sensibilidad estética visual).
Ni rastro ya de las chaquetitas con cremallera (tan de los 90), y qué divino
creía estar ese hombre que, dicho sea de paso, ha agotado sus recursos para
camuflar esa prominente alopecia, vestido con el último modelo de chándal Nike
(OJO, Nadal y CR7 nunca deberían ser una referencia en tu armario, amigo).
Los partidos dieron comienzo y afortunadamente, corríjanme enviando sus hojas de reclamaciones al
5505 si me equivoco, no hubo que lamentar lesiones graves. Más allá del golpe
en la cadera de Fulanito, o el chichón de Menganito, excusa indecente para no
volver a hacer deporte en una buena temporada sin remordimientos. Pero
ciñámonos a la verdad, lo importante estaba fuera del terreno de juego. De
acuerdo, no pasaremos por alto la palomita del cancerbero de Molins&Co (por
cierto, repasemos el atuendo…5 pelado), los quiebros del sempiterno Rovinaldo, el toque de
Aldea o, por favor no lo intenten en sus casas, el lamentable penalti a lo
Panenka de Ponsa.
El plan pareció salvar a muchas familias que no sabían adónde llevar a sus gremblins en esa soleada mañana dominical, y en algunos momentos incluso se rió a carcajadas del titular de portada que presentaba la biblia de la endogamia burguesa de Barcelona, que decía que en dos mil nosequé morirá más gente de la que nacerá. Desde aquí un abrazo al cenizo que publicó eso y otro al lumbrera que cobra por dirigir dicho rotativo. Miles de niños manteniendo su particular pulso con la ley de la gravedad, contagiándose virus menores dentro de los castillos inflables (el alter ego invernal de las piscinas de amoníaco en las que pasan sus veranos), padres con cara de poca preocupación mientras sus bolsillos se veían amenazados por el fenómeno del ratoncito Pérez cuando sus hijos iban aterrizando en el magnífico tartán del lado Besós del campo de fútbol (con cariño para mis amigos de Jueves Trampa) y sus vástagos aparecían con el Cadí dibujado tras el labio.
El plan pareció salvar a muchas familias que no sabían adónde llevar a sus gremblins en esa soleada mañana dominical, y en algunos momentos incluso se rió a carcajadas del titular de portada que presentaba la biblia de la endogamia burguesa de Barcelona, que decía que en dos mil nosequé morirá más gente de la que nacerá. Desde aquí un abrazo al cenizo que publicó eso y otro al lumbrera que cobra por dirigir dicho rotativo. Miles de niños manteniendo su particular pulso con la ley de la gravedad, contagiándose virus menores dentro de los castillos inflables (el alter ego invernal de las piscinas de amoníaco en las que pasan sus veranos), padres con cara de poca preocupación mientras sus bolsillos se veían amenazados por el fenómeno del ratoncito Pérez cuando sus hijos iban aterrizando en el magnífico tartán del lado Besós del campo de fútbol (con cariño para mis amigos de Jueves Trampa) y sus vástagos aparecían con el Cadí dibujado tras el labio.
No pasaron
desapercibidos aquellos que aprovecharon la circunstancia de que el
protagonista del día se sentó cerca de la barra para poner a prueba a la
organización y su cálculo en cantidad de zumos de cebada. ¿Pero qué os creíais
piltrafillas? Jofre no se anda con chiquitas y debió creer que el torneo era de
rugby porque trajo producto para emborrachar a Ernesto de Hannover (bueno, o al
menos para que cogiese el puntillo tontorrón; no hay que subestimar al bueno de
Ernst). Además de cervezas no podía faltar el aroma del café más famoso del
siglo XXI, chúpate esa George Clooney. What else? Pues mucho else, guaperillas
de medio pelo. Para empezar unos cabronzuelos trajeron desayuno a gogó, no
haremos propaganda, pero por culpa de ellos el que escribe estas líneas alcanzó
cotas Hommerianas de consumo de
donuts y demás bollería (con LL; a la mejor puta se le escapa un cuesco). Una furgo con hot dogs (Frankfurts de toda la vida, dicho en inglés para
inflar el precio, en la mejor campaña de marketing de la historia, después de
Enrique Iglesias, cantante).
Lucía el sol en el
templo del fútbol posh de Sarriá. Un
escenario inmejorable para tan especial jornada, co-protagonizada por ilustres
amigos de Jano. La grada fue testigo de que con el elixir de la juventud al
Guapi le regalaron dos cursos CEAC de peluquería y estilismo, pues de lo
contrario que venga Cuarto Milenio y me explique cómo su melenita restó impertérrita al
viento durante todo el día. Gustó ver a Miguel Bertrán tratando por todos los medios de hacerse con
un billete para la final (llegó a jugar hasta en 8 equipos, y se comenta que
sobornó a los árbitros), hito que finalmente no logró pero sí su aparición en
la fotografía del artículo que hará que el torneo pase a los anales de la historia de La Razón. Además, dicho artículo nos servirá para cerciorarnos de que lo del domingo no fue un sueño si no que sucedió de verdad.
Entre tanto, las
distintas escuadras de viejas glorias exhibían su fútbol de época. Goles de bella cuenta (me gusta esta frase tan Juan
Carlos Rivero), palomitas en HD y regates (slow motion) característicos de
jugadores de antaño. Mientras las
generaciones nacidas en los 70 se empecinaban en plagiar la cola de vaca de Romario a Alkorta (nunca
imaginé que pondría la palabra Alkorta en un post) y las croquetas laudrupianas, los de los ochenta tiraron de la elástica de
Ronaldinho (que tanto castiga el menisco y el ligamento cruzado), pero qué más
da, imprime un punto rococó a su
fútbol de salón.
El resultado, una
jornada increíble compartida por 20 generaciones distintas de exalumnos del San
Ignacio y amigos varios de Jano, llegados de frentes muy distintos, bajo el
abrigo del ambiente futbolístico de los red devils barceloneses (hasta Aniento
quiso formar parte de dicha jornada). Fue un placer ver caras que tanto cariño
(y algo de fútbol) le han dado a este campo a lo largo de las últimas décadas. Lo
que antes era arena (que tantas rodillas y muslos decoró) hoy es una
mayestática alfombra verde de hierba artificial (primero fue la mili, ahora los
campos de tierra…las generaciones venideras terminarán por no saber lo que vale
un peine).
Por último comprobar
que pese a que muchos seguirán contando a sus hijos que ellos ganaron al Barça
con un gol de chilena, sólo una generación dirá la verdad cuando lo haga: los
chicos dorados del Centenari, hoy
convertidos en Janivell. Gran torneo
el de ellos y cantada victoria. Aclarar a los hermanos Segura que la
beneficiencia terminaba fuera del campo, y que lamentablemente ningún
filántropo nos pagaba por goles marcados, así que no hacía falta un resultado
tan abultado en la final. Siempre podréis decir que queríais rendir vuestro
particular homenaje a Jano plagiando lo que reza su email: janete007.