lunes, 29 de abril de 2013

American Beauty (1999)



Me cuesta seleccionar una sola escena cuando hablo de American Beauty (Sam Mendes, 1999). Es una de mis películas favoritas y me parece, sencillamente, una obra de arte. Escrita por Allan Ball, cuyo guión fue premiado con un Oscar, pone al descubierto las flaquezas de la familia feliz americana. Si tuviera que quedarme con una sola cosa de este filme no sabría elegir entre el Guión y la actuación de Kevin Spacey.

Me parece sublime el personaje protagonista, Lester Burnham (interpretado majestuosamente por el también oscarizado y ya citado Spacey): un desencantado cuarentón, que se siente un perdedor por llevar una vida tan aparentemente perfecta, que es despreciado por su mujer y su hija, y que nos relata, lleno de ironía, su crisis de los 40.



Esta primera escena me parece una forma excelente de abrir una película, pues es fiel a lo que es el resto de la historia. En poco más de 3 minutos sitúa perfectamente, a través de la voz en off del protagonista, a cada personaje, y te da una idea de lo que vas a encontrar en el resto de la película. Humor ácido, con toques de cinismo, ágil y sencillamente impecable. En ese corto espacio de tiempo, se nos adelanta que en menos de un año el protagonista morirá (utilizando una técnica que me recuerda al cuento de Edgar Allan Poe “The Black Cat”), o lo que es lo mismo, limita la historia en el tiempo. Por último, abre todos los frentes de la historia, pero no contento con ello marca la presumible línea evolutiva de cada uno. Tanto en tan poco...¡bravo!

martes, 16 de abril de 2013

Tres noches, de Austin Wright.





Título: Tres noches (Tony and Susan en el original).
Autor: WRIGHT, Austin.
Ediciones Salamandra.
380 páginas.
Año de publicación: 1993



Sinopsis: Tras casi 20 años sin tener noticias de Edward (su ex marido), Susan Morrow, felizmente casada con Arnold y madre de tres hijos, recibe en su casa un paquete con la última novela de su ex cónyuge. Éste le pide que la lea y le dé su opinión, como solía hacer en sus inicios como escritor, cuando era su crítica más fiable.
Susan precisa de tres noches para devorar dicha novela que, removiendo su pasado, cuestionará su presente y hará peligrar su futuro.
Susan, se verá reflejada en Tony, el protagonista de Animales nocturnos (título de la novela en la que se sumerge), y casi sin querer busca en dicha obra explicaciones de su pasado, pues está segura de que Edward refleja en ella, de forma implícita, mensajes que quedaron en el aire.

Esta novela se publicó por primera vez en 1993, diez años antes de la muerte del autor, pero no encontró el éxito hasta su reciente reedición. Se trata de una idea original y ambiciosa, pero en mi modesta opinión, ahí se quedó; una historia que presenta muy buenas formas, pero poco exploradas y que no llega al final de las cuestiones que trata. A menudo la literatura nos regala este tipo de historias que nos invitan a interpretar y bucear, pero Tres noches no tiene, ni de lejos, dicha categoría.

El autor, Austin Wright.

Me parece excepcional lo que plantea el autor: un escritor fracasado que trata de justificar ante su ex mujer los grandes interrogantes pendientes de su pasado, a través de una novela, valga la redundancia, en la que dará que pensar (tanto a Susan como a nosotros los lectores). Un viaje por temas como el matrimonio, la venganza, la soledad y las vidas atrapadas/encalladas en las decisiones tomadas que marcan la vida de cada ser humano. Hasta aquí diría que se presenta colosal. Pero a partir de ahí, asistimos a una caída en picado, y en mi caso a una decepción.
Siempre es complicado meter una novela dentro de otra, resulta a menudo cargante, y ahí es precisamente donde creo que Wright se pierde. Sin embargo, aplaudo el viaje de Susan a través de las elecciones románticas que han marcado su vida y que la lleva a analizar cosas tan inabarcables como el paso del tiempo o la justificación de decisiones vitales del pasado con el conocimiento del presente. Me parece lo mejor del libro.  

De lectura rápida, estamos ante una novela entretenida de la que se pueden extraer temas muy interesantes. No obstante, deja demasiados frentes abiertos, ni siquiera lo suficientemente bien planteados como para que se pueda considerar buena.

viernes, 5 de abril de 2013

Fin de embrionaje 26: feliz, feliz en mi día.


El pasado martes se cumplieron 26 años desde que finalizó mi periodo de embrionaje (parafraseo aquí a mi amigo Alf) y salí a dar guerra en este, nuestro planeta. Al vivir con 9 horas de diferencia con mi país, en casa hace ya casi un día entero que es mi cumpleaños (forma algo más convencional de llamarle a dicho día). Evidentemente, y pese a las múltiples veces que se lo pedí, mi madre no puede reprimir sus ganas de #serlaprimeraenfelicitarme y cuando todavía estoy disfrutando de mis últimos minutos de sueño, el teléfono me despierta. ¿Lo cojo o ya volverá a llamar? Claro, coño, claro que lo cojo. Al fin y al cabo más que mi día es el suyo. Hoy celebramos el aniversario del día en que ELLA consiguió lo más bonito que puede lograr cualquier mujer en tanto que mujer: ser mamá. Así que, ¡felicidades madre! Pues en realidad yo el 2 de abril de aquel año 1987 no hice demasiado, más que poner contentos a muchos y propiciar que mi querida hermana al preguntarle si me quería coger en brazos dijera algo así como: “uy no, qué feo, si parece un mono…”.

Tras la felicitación materna, mi flamante Samsung Galaxy SIII versión crash (por el inoportuno golpe que le propinó el suelo, que es muy cabrón por cierto, con la inestimable ayuda de la gravedad), me acerca una retahíla de felicitaciones en las diferentes modalidades que nos ofrece este siglo de invasión bárbara: emails, sms, whatsapps, mensajes de esa conocida red social, etc. Todas ellas igual de válidas para hacer que me tire media hora más en la cama, dándome un particular baño de cariño. Amanecer así es otra historia…y solo por eso ya se podría decir que he hecho el día.


Cumplir años a distancia ciertamente se te hace extraño. Quien diga lo contrario miente. Por poca importancia que le des a dicha efeméride, (pues no deja de ser un día más), cuando lees a toda esa gente que se ha tomado la molestia de redactar aunque sea un simple “felicidades mamón” te sientes distinto a los otros 364 días del año. No importa la fuerza de la relación que tengas con cada una de las personas que te han felicitado, si lo han hecho significa que en algún momento del día entre sacarse una burilla y felicitarte han optado por lo segundo, o quizás por las dos a la vez, pero han pensado en ti y han querido contribuir a hacerte sentir más arropado.

Mención especial para aquella gente con estrella en mi vida, que de alguna forma me han dicho algo más que “felicidades”. Esos que habéis querido llamarme por Skype, por teléfono, me habéis enviado una foto o un mensaje original o en su defecto un email “un poquito más currado”, habéis dado con las palabras…o de alguna forma habéis estado a mi lado en este día.

No quisiera hacerle perder más tiempo al lector, simplemente muchas gracias a todos, sentiros tan cerca me ha acentuado, aún más, la sonrisa que llevo incorporada de serie.

Besos a tod@s,

Iago.