Me cuesta seleccionar una sola
escena cuando hablo de American Beauty (Sam Mendes, 1999). Es una de mis películas
favoritas y me parece, sencillamente, una obra de arte. Escrita por Allan Ball, cuyo guión
fue premiado con un Oscar, pone al descubierto las flaquezas de
la familia feliz americana. Si tuviera que quedarme con una sola cosa de este filme no sabría elegir entre el Guión y la actuación de Kevin Spacey.
Me parece sublime el personaje protagonista,
Lester Burnham (interpretado majestuosamente por el también oscarizado y ya citado Spacey): un desencantado cuarentón, que se siente un perdedor por llevar una vida
tan aparentemente perfecta, que es despreciado por su mujer y su hija, y que
nos relata, lleno de ironía, su crisis de los 40.
Esta primera escena me parece una
forma excelente de abrir una película, pues es fiel a lo que es el resto de la
historia. En poco más de 3 minutos sitúa perfectamente, a través de la voz en off
del protagonista, a cada personaje, y te da una idea de lo que vas a encontrar en el resto de la
película. Humor ácido, con toques de cinismo, ágil y sencillamente impecable. En
ese corto espacio de tiempo, se nos adelanta que en menos de
un año el protagonista morirá (utilizando una técnica que me recuerda al cuento de Edgar Allan Poe “The
Black Cat”), o lo que es lo mismo, limita la historia en el tiempo. Por último, abre todos los frentes de la historia, pero no contento con ello marca la presumible línea evolutiva de cada uno. Tanto en tan poco...¡bravo!