La semana pasada volví a ver una de las grandes
películas europeas de la última década: la alemana ‘La vida de los otros’. Llevaba
6 años esperando a volver a verla. Me entusiasmó cuando lo hice por primera
vez, y precisamente por ello quise dejar un espacio considerable de tiempo para
olvidar detalles y recuperar así el frescor de las primeras veces.
Dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck, ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Carlos Boyero dijo de la misma: "De
las películas más perturbadoras, trágicas y comprensibles que haya visto en
mucho tiempo. (...) Me ha dejado tocado".
Y es que parece imposible no
quedar cautivado por el protagonista. Su mirada perdida, su sutileza, sus
dudas, su miedo, invitan al espectador a viajar con él. Una película nada
belicosa, que expresa su pensamiento y su sentimiento de una forma casi
involuntaria lo cual no le impide ser un filme con mucha fuerza.
El protagonista, Ulrich Mühe. |
La trama se sitúa en la RDA, también conocida
como la Alemania Comunista, en plena Guerra Fría, concretamente en el Berlín de
1984. Un país en el que la Stasi, la policía secreta, persiguió a todo el que
se oponía ideológicamente al régimen.
Para mí el mayor éxito y lo más
valioso de la misma es el personaje de Gerd Wiesler, brillantemente
interpretado por Ulrich Mühe (que lamentablemente perdió la vida al poco de
estrenarse la película), más conocido como el oficial HGW XX/7 del servicio de
inteligencia y espionaje de la Stasi. Éste tiene encomendada la misión de vigilar al exitoso escritor Georg Dreyman (Sebastian Koch) y su esposa, una famosa actriz de
teatro. Su cometido no es otro que relatar de forma rigurosa, todo lo que suceda en
la vida del artista, cuya casa está totalmente minada de micrófonos, y redactar
informes de su día a día. Sin embargo, a lo largo de la película sucede algo
que ni la Stasi ni el propio agente HGW XX/7 podían imaginar. Una especie de
Síndrome de Estocolmo a la inversa, en el que el espía, a medida que va avanzando en su misión, se va enamorando del
talento y la intimidad del genio vigilado, hasta tal punto que es absolutamente
rehén de su aura.
Una película llena de fuerza que habla de la represión, la impotencia y la tragedia inherente a toda dictadura; la persecución
ideológica, el control sobre el ser humano, la manipulación de su forma de
pensar. Un viaje, a través de las emociones, por un capítulo muy gris de la
historia moderna de Europa. Pero yo iría más allá, pues es una película
absolutamente actual. Supongo que a más
de un miembro del NSA le debieron pitar los oídos viendo esta obra de arte, y
no son pocos los símiles llenos de sorna que se han hecho entre Obama y el
protagonista del filme. Como sucede con los clásicos, que tocan temas
inmortales, ‘La vida de los otros’ está llamada a no pasar nunca de moda, a no
dejar de ser actual aunque pasen los años. Da buena cuenta de lo imprescindible
que es la cultura como altavoz de la sociedad, sobre todo en regímenes
opresores.
La guinda la pone una frase final que, igual que a Carlos Boyero, me dejó tocado. Una muestra fiel de la sutileza de
un diálogo llevada al extremo que logró ponerme la piel de gallina y emocionarme.
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