El domingo pasado cerré la semana conociendo al gran Jep
Gambardella, protagonista de la última película de Paolo Sorrentino: ‘La
grande bellezza’.
Obra maravillosa. Antes de verla, y con el
prejuicio en mente de que fuese una esnobada con la vieja y preciosa Roma de fondo, un
amigo de cuya opinión cinéfila me fío, me comentó: “Es una de esas películas de las que
sale una cada diez años”. Después de verla no me quedó más que darle la razón.
Y es que existe el cine, y luego está ‘La grande bellezza’. Uno no tiene
la sensación de haber sido cautivado estando en la sala, tampoco al terminar
piensas que has visto el peliculón del año. Y sin embargo te descubres ahí sentado
en la butaca, inmóvil, embobado tragándote las letras de los créditos, hasta
que 10 minutos después de terminada, el personal del cine te invita a salir,
cuando la pantalla ha fundido definitivamente a negro. Nooo. Ya terminó esta
deliciosa historia, piensas. Puedes darle las vueltas que quieras, pero cuando
la película te ha humillado de esta forma, no puedes decir que no te ha
encantado.
Una vez digerida del todo (o al menos creo haber
llegado a un punto en el que ya tengo alguna conclusión más o menos hecha), pienso
en cuántas mierdas se habrán hecho para llegar a concebir una obra como esta.
Cuantas cursiladas, cuanto Federico Moccia, cuantas historias insulsas, mal plasmadas, que no
transmiten, vacías, obras pretenciosas que se han ahogado en la orilla. Y en
cambio ahí está Jep Gambardella, elegante, tan a la deriva que ni siquiera llega a ser pedante. Sé de
un entrenador de futbol (venido a profeta) al que probablemente se le haría el culo agua limón tratando de captar al vuelo algún solo consejo del esteta
protagonista. La sordidez apoderada de un personaje cáustico, que se recrea en
su propia decadencia, que lucha, sin ninguna intención de ganar, contra la
nostalgia de sus años de plenitud, contra el paso del tiempo. Un hombre que
hace de su derrota su modus vivendi. Como él mismo dice, un personaje que estaba destinado a vivir en la sensibilidad. La mirada crítica y melancólica de un estilo de vida que se va perdiendo en la modernidad, de una época dorada de su existencia (pero no sólo de ésta) que no regresará.
Hasta aquí el análisis de un filme algo preciosista
que me ha marcado. Me gustaría poder profundizar en otros temas que me escapan,
como el retrato del estereotipo del dandy napolitano frente al romano clásico en extinción. Pero todo lo que pueda decir serían opiniones infundadas, pues mis desconocimiento de antropología italiana haría de esto un párrafo plagiado y empalagoso.
Como decía ese amigo mío, ahora habrá que esperar
10 años. Son de esas películas como 'Les invasions barbares' (Denis Arcand,
2003), que se dan en cuentagotas, y habrá que esperar que vuelva a aparecer algo
similar.
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