Con una semana de retraso, y tras un año sin actualizar el blog (que no sin escribir; acabáramos) aquí llega mi modesta crónica de los Oscars.
Mejor
película: Birdman.
La gran
triunfadora de la noche, de forma merecida, la original, pintoresca y
descabellada película del mexicano Alejandro González Iñárritu. Acostumbrados a
su cine cargado de tragedia y de drama (‘Amores perros’, ‘21 gramos’ y
sobre todo ‘Biutiful’ son tres buenos ejemplos), con Birdman hace las
paces con lo estéticamente correcto (si se me permite acuñar este término)
y nos cuenta la miseria humana de una forma más urbana, menos desagradable y en
definitiva sin sobrecargarla de putas, drogas duras, cuerpos desfigurados y
sexo (que ojo, ya gusta, y mucho; pero no como discurso único). Salí del cine
contento de haber visto una buena película con un reparto a la altura de las
mejores y una burla fantástica de todo lo que gira en torno a ese circo que es
Hollywood y la industria del cine en general. Para mí el punto diferencial con
respecto de sus competidores por la estatuilla es que Birdman tiene destellos
de extraordinaria que aunque poco constantes a lo largo de la película, no se
manifiesta en ninguna de las demás candidatas al Oscar.
Mejor
director: Alejandro G. Iñárritu por Birdman.
Sin ser
un entendido de cine en lo que a técnica se refiere, y desde la visión de un
mero fanático de sofá, me parece digno de destacar su plano secuencia, y
seguramente eso le ha hecho alzarse con la estatuilla de mejor director. La
competencia de este año era la que era, todo sea dicho, así que de nuevo: más
que merecido.
Guión: Birdman.
La idea
me parece genial: aprovechar el Batman de Tim Burton para lanzar al vuelo
constantes mensajes envenenados a la industria del cine y sobre todo a la
crítica. Hay en el filme diálogos de mucha calidad, y me parecen brillantes,
conceptualmente los personajes de Edward Norton y
Emma Stone. Una historia del éxito, del fracaso. De querer ser, o querer gustar. ¿Es más importante ser uno mismo? ¿O vender?
Mejor
actor: Eddie Redmayme
He aquí
mi gran desilusión de la noche. El no-Oscar de Michael Keaton. Salí del cine tocado por la varita de las
grandes interpretaciones. El papel me
parece fuera de serie, una capacidad única de viajar entre registros en
cuestión de micro segundos y un repertorio de carantoñas y muecas cercanas a las
del mejor e indiscutible Jack Nicholson.
En
detrimento de Keaton sale vencedor un jovencito (33 años) londinense que nos
regala en ‘La teoría del todo’ una interpretación espectacular, de acuerdo. Ni un pero se le puede poner al encargado de
encarnar (magistralmente) al físico Stephen Hawking. Para los que conocemos la ELA de cerca, la interpretación es un azote de cruda realidad que hace muy
complicado concentrarse en la película por lo borrosa que se vuelve la pantalla
a lo largo de las 2 horas que dura la cinta.
Quizás mi único punto es que no deja de
ser una “imitación” (imitación Cumm Laude, eso sí) de alguien que existe, de
esas que tanto gustan a la Academia, y en defensa de Keaton hablan los
múltiples personajes que logra incluir en un solo papel. Aun así, bravo Eddie
Redmayne y por supuesto mención especial a su discurso de auténtico número 1 acordándose de todos los enfermos de ELA. Huele a actorazo en potencia.
Y me sabe mal, porque creo que la Academia ha cedido a “lo fácil”, y a uno ya
le cansa que cada vez que se encarna a un personaje real (Lincoln, Ray Charles, Thatcher...) si la interpretación
es digna, ya no tiene rival para el Oscar.
Mejor
actriz: Julianne Moore. Probablemente el Oscar más cantado de
la noche. No puedo opinar por no haber visto la película. Pero se cumplieron
los pronósticos.
Actor
de reparto: J.K. Simmons. Tan solo hay que ver Whiplash y no hace
falta saber quién más optaba al Oscar. Dudo que las casas de apuestas pagaran muy
caro su premio. Soberbia actuación y memorable discurso.
Actriz
de reparto: Patricia Arquette. Lo único que salva Boyhood. Me
cuesta abstraerme del profundo desagrado que me causó la película para valorar
únicamente el papel de Arquette. Lo que sí diré es que el 'acceptance speech' me pareció peor que flojo y que rozó el bochorno, por facilón y populista. Y cómo no, ahí estaba Meryl Streep, aplaudiendo cual posesa
en primera fila. Y como Meryl aplaude, la crítica está de acuerdo en que el
discurso fue bestial.
Menos
mal: que no ha ganado Boyhood. De lo contrario, el
título de la ganadora del año pasado bien podría haber sido premonitorio para
justificar la elección: 12 años de esclavitud. Si el único argumento para ganar
es un rodaje atípico que se prolongó 12 años, mal vamos. Y bien hace la Academia de no claudicar y de al fin y al cabo no ser esclava de esos 12 años.
La película es un bodrio insufrible, en el que no pasa nada, que busca emociones simplonas y con demasiados tramos (y demasiado largos) propios de película de serie B de sábado por la tarde en esa
cadena televisiva española que celebra ahora sus 25 años de emisiones (14 de anuncios).
Lo
mejor: Sean Penn entregando el Oscar de la noche a
la mejor película. Uno no se da cuenta de la mediocridad de algo hasta
que aparece un genio y hace patente las carencias de todo lo
demás. Colosal con su simple presencia y su elegante y magistral temple
despreocupado para poner el punto emocionante y el chiste de la noche.
Porque hay quien necesita extender un cheque y comprar el mejor reloj, un traje a medida, un estilista que dicte su look, un deportivo de lujo y un cacharro de museo al lado para pensar que es elegante. Y aun son esos mismos los que suelen convertirse en horteras y snobs a partes iguales (o la mezcla de ambos). Y sin embargo, ahí tienen ustedes a Sean Penn: con cara de desprecio ilustrado, un bigote “no lo
intenten en sus casas” y su rara belleza. Y con un par de muecas y adueñándose
del tempo (como ningún otro supo lograrlo en toda la gala), tiene a medio
planeta más que en vilo (esperando conocer la mejor película del año) admirando
su clase. Y lo que los perseguidores de la elegancia o la clase no saben es que Sean Penn podría haber salido vestido en neopreno y pies de pato a dar el Oscar,
y hubiera continuado siendo el más elegante. (Se es o no se es).
Dentro de
la categoría de “lo mejor” no quisiera olvidarme de Zoe Saldana, Naomi
Watts…vamos, las de siempre.
Lo
peor: Meryl Streep manipulando el momento “In memoriam”y tratando de adueñarse
del sentimiento de pérdida hacia todos aquellos que nos han dejado este año: y
el resultado fue que más que darle sentimiento pareció un profesor de
catequesis dirigiendo unas palabras a sus alumnos guitarra en mano antes de
cantar cumbayá.
Para mí
Meryl Streep no logra quitarse la etiqueta de repelente “sabelotodo”, de
madrastra controladora, de mojigata: es la imagen de la perpetua “virgen hasta
el matrimonio”. Eso sí, también es la mejor actriz que hay ahora mismo en la
capa de la tierra (sin lugar a dudas). Lástima que se lo crea, porque le faltó
autenticidad, frescor y gracia.
El gran
olvidado: el cirujano de Julie Andrews, que sin duda merecía un Oscar
honorífico, ya que al lado de John Travolta la veterana actriz parecía su hija
y tiene la friolera de 20 años más que él.
Como siempre: estas
son MIS opiniones.
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